Brandon Johnson Logró Hacer Lo Imposible. Ahora Sigue Lo Difícil.
De la congregación al salon escolar, de la manifestación huelguista a la sala ejecutiva, ahora Brandon Johnson se dirigirá a la alcaldía.
Wesley Lowery
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Cada mes, durante los últimos cuatro años, Brandon Johnson ha viajado 25 minutos al centro de la ciudad, para atender reuniones de la Junta de Comisionados del Condado de Cook — y hoy será su junta final. La próxima vez que haga este viaje, se dirigirá hacia el otro lado del ayuntamiento de Chicago, a su oficina del quinto piso, como alcalde de la tercera ciudad más grande del país. “Es como ir a la prepa, o entrar a la universidad,” me dice, sonriente, mientras sostenemos una barandilla para balancearnos, “Uno se siente emocionado.”
Nuestro concurrido tren avanza por la zona oeste desde Austin, una de las comunidades más marginadas de la ciudad, donde Johnson, de 47 años, y su esposa, han vivido y criado a su familia durante la última década y media, donde una vez tuvieron que reemplazar una ventana que fue destrozada por una bala perdida.
“Uno piensa sobre que representa el vecindario, y cómo podría ser,” me dice Johnson. “No necesariamente piensas en las condiciones actuales. Piensas en su potencial.”
Johnson es distinto a cualquier otro alcalde de Chicago de los últimos tiempos. Es el primer alcalde en casi un siglo que viene de esta parte de la ciudad. Siendo hijo de un pastor cristiano, manifiesta abiertamente su fe de una manera que no siempre se ve en la política izquierdista. Ha sido maestro en algunos de los entornos más desafiantes de la ciudad, y ha encontrado su identidad política dentro de los movimientos comunitarios y laborales de la ciudad; no con la clase política. Siguiendo las administraciones de Richard M. Daley, Rahm Emanuel, y Lori Lightfoot — alcaldes conocidos, respectivamente por favoritismo, irreverencia, y frialdad — Johnson es guapo, carismático, hasta gracioso, y llega con la reputación de un creador de coaliciones.
“No cualquier maestro de secundaria y activista sindical podría hacer campaña de alcalde y ganar en una ciudad principal en los Estados Unidos,” dice Randi Weingarten, presidente de la Federación Americana de Maestros, quien ha conocido a Johnson durante años, y quien fue una de las varios luminarias progresistas, incluyendo al senador Bernie Sanders y a la congresista Ayanna Pressley a lanzarse a Chicago a apoyar su campaña. “Cuando habla de la esperanza — y la contrasta con el temor — y habla sobre invertir en la gente, y ayudar a la gente para alcanzar su potencial…uno quiere seguirlo.”
Pero antes de su primer día en su nuevo trabajo, Johnson tendrá que concluir su trabajo actual. La despedida de sus colegas en la junta de comisionados, es un asunto de júbilo. Hasta sus opositores ofrecen homenajes a su compañerismo, voluntad de colaborar, y amor por la familia; y sus amigos lo celebran ofreciendole sus tentempiés favoritos — almendras cubiertas de chocolate, y barritas “Kind”, y se dividen entre si sus muebles de oficina.
“Tienes la misma edad que tuvo [mi hermano] Rich cuando asumió su puesto,” dice el Comisionado John P. Daley, cuyo padre y hermano fueron los dos alcaldes más antiguos de la ciudad. “Yo sé… que no estás sermoneando, que verdaderamente crees en lo que dices. Lo que intentas es unir a la ciudad. Quieres una ciudad que sea igualitaria para todos. Aunque estés en Austin, en el sur de la ciudad, en el lado norte — todos.”
El Chicago que heredó Johnson está muy lejos de cumplir su potencial; y habla francamente sobre la historia compleja de la ciudad y las disparidades raciales que de ahí han emergido. En el siglo que siguió a la emancipación, oleadas de estadounidenses negros huyeron del ambiente racista del Sur, en una migracion que cambió permanentemente la demografía de las ciudades norteñas; particularmente en Chicago, donde la población negra aumento 148% entre 1910-1920. Hoy, la segregación “de facto” aglomera la mayoria de los residentes negros en comunidades sistematicamente marginadas. Un siglo después de la migración, Johnson es solo el segundo descendiente de esos refugiados afroestadounidenses en ser elegido a liderar a la ciudad.
La familia de su padre emigró desde Mississippi, al lado sur de Chicago. La familia de su madre se dirigió hacia el norte desde Tennessee, últimamente llegando a Elgin (a unas 40 millas al noroeste). Los padres de Johnson provienen de familias numerosas negras — su padre el más grande de 12, su madre en medio de 15 — quienes vinieron al norte animados por su fe cristiana.
El abuelo de Johnson fue pastor en la tradición religiosa carismática, en la cual creció como aparcero. Pero en 1984, los padres de Johnson, Andrew y Wilma Jean, decidieron forjar su propio camino y fundar su propia congregación, predicando más sobre la comunidad que alentando el fervor religioso. La iglesia buscaba servir a los descendientes de los migrantes negros que descubrieron que eran casi tan mal recibidos en la “libertad” del Norte que en la esclavitud del sur. “[La visión de mis padres fue] mucho más enfocada en — como Brandon diría — las ‘causas fundamentales,’”’ dice Andrea Johnson-Williams, la hermana menor del alcalde — quien ahora lidera a Community Center Christian Ministries [Ministros del Centro Comunitario Cristiano, en ingles], la iglesia fundada por sus padres en Elgin.
Johnson y sus hermanos — hay por lo menos 10, incluyendo a los que fueron adoptados — aprendieron a manejar en una camioneta de 15 pasajeros, transportando niños del vecindario a la iglesia a clases de música, apoyo escolar, y grupos juveniles. Liderar la iglesia no producía ingreso, así que el padre de Johnson tomaba cualquier trabajo que podía conseguir — encargado de mantenimiento, carpintero, contratista, camionero — mientras que Wilma Jean, con su educación de quinto grado y su licencia de cosmetología, cortó pelo desde su vivienda de tres recamaras. El acuerdo era que Wilma Jean se encargaría de la labor administrativa de la iglesia, mientras que Andrew, cuando no estaba trabajando para alimentar a su familia, predicaba. Mientras tanto, sus hijos servían como músicos, conserjes, y maestros de la escuela dominical. Johnson-Williams dirigía el coro; Brandon tocaba la batería.
Era un entrenamiento directo en la tradición de generaciones de ministros negros, cuya fe los dirigió hacia el activismo; desde reverendo Howard Thurman, quien en los años 40s argumentó que Jesús era un revolucionario politico, al reverendo James H. Cone, quien en 1970 escribió que “cualquier mensaje no relacionado con la liberación de los pobres no es el mensaje de Cristo.” Hoy, Johnson se ve en acorde con la Teología de la Liberacion Negra de Cone.
“Estoy guiado por principios básicos”, dice Johnson. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Al amar a Dios, amas al pueblo. Cuando amas al pueblo, inviertes en la gente.” Enfatiza que su fe no viene sólo de su linaje, sino a través de una trayectoria personal que comenzó cuando tenía unos diez años. Fue entonces que se encontró atraído por la historia de el rey David, quien — según su línea genealógica — no estaba destinado para grandes cosas (y cuyo cargo como ovejero, dice Johnson, no es tan distinto como el de organizador comunitario), pero para quien Dios había destinado mucho más. Johnson también fue influenciado por la historia de Joseph, otro líder improbable quien, a pesar de ser abandonado por su propia familia, nunca se volvió malévolo; en su lugar, cumplió con su promesa de ser líder y liberador para su gente. “Eran individuos,” dice Johnson, “que estaban dispuestos a luchar contra gigantes.”
Tal vez sea cliché, pero es difícil no reconocer la victoria de Johnson como la historia de David y Goliat. Al principio, las encuestas le daban el 3% del voto, pero rápidamente sobresalió, hasta vencer a un candidato muy favorecido, que sobrepasó con 8 millones los gastos de campaña de Johnson— ésto, a pesar de un sistema deliberadamente creado para prevenir que alguien como él ganara alguna vez.
En 1983, Harold Washington escandalizó a la maquinaria política demócrata al convertirse en el primer alcalde negro de la ciudad, ganando la primaria demócrata, en parte porque otros dos candidatos dividieron entre si mismos el voto blanco. Para asegurarse que tal resultado no volviera a suceder, la máquina política blanca cambió las reglas de las elecciones locales y eliminó las primarias partidistas. Ahora, si un demócrata progresista negro pudiera ganar la primera ronda del voto, los votantes conservadores y moderados tendrían una segunda oportunidad para derrotarlo durante la segunda vuelta electoral.
En la elección del alcalde de este año, Paul Vallas, exdirector general de las Escuelas Públicas de Chicago, recibió el favor de los votantes conservadores y moderados. La cuestión era sobre quien surgiría a su izquierda. Los votantes progresistas habían impulsado a Lori Lightfoot a la oficina del alcalde hace cuatro años, pero su desempeño los había decepcionado.
Inicialmente, se suponía que el puesto se le daría al Congresista Jesús “Chuy” Garcia, quien había desafiado a Rahm Emanuel en 2015. De hecho, cuando el Sindicato de Maestros de Chicago (CTU, por sus siglas en inglés) respaldó a Johnson — quien por años fue uno de sus organizadores políticos — Lightfoot ni lo consideró como posibilidad. “Dios lo bendiga,” dijo en ese entonces, “pero Brandon Johnson no será el alcalde.” Pero para los seguidores de Paul Vallas, era claro que Johnson tenía tanta posibilidad como cualquier otro candidato.
“Nos dimos cuenta casi al principio que probablemente seríamos nosotros contra Johnson,” dijo Joe Trippi, un consejero de la campaña de Vallas. En la primera ronda de votos, Vallas ganó 33% del voto y Johnson llegó en segundo lugar, con 22%, forzando un segundo voto.
La sabiduría convencional era que los votantes blancos liberales, respondiendo al crimen, votarían por Vallas, quien prometió contratar a más policías. El sindicato policial hasta amenazó que habrían renuncias en masa si Vallas perdiera. En su lugar, suficientes votantes eligieron a Johnson, quien había prometido invertir en las causas fundamentales de la violencia; convirtiendo a “Tratamiento, no trauma” en un eslogan a lo largo de la ciudad.
“Hay una clase particular de ‘expertos’ politicos que se ha equivocado repetidamente en cuanto a la politica,” dice el senador estatal Robert Peters, un progresista que lidera el caucus negro del senado estatal. “La Cámara de Representantes de Illinois expandió su súper mayoría demócrata en los suburbios, aunque según se decía, nos iban a derrotar.”
Johnson ganó con una coalición multiracial, incluyendo apoyo sorprendentemente fuerte en algunas áreas Latinas de la ciudad. El CTU y Familias Trabajadoras Unidas (UWF por sus siglas en inglés) lideraron una campaña electoral que mandó unos 2 millones de mensajes de texto, hizo 1.26 millones de llamadas, y tocó medio millón de puertas. El resultado fue una victoria de 26,000 votos en una elección en la que aproximadamente 612,000 personas votaron. Ciertamente fue un mensaje, cuando no un mandato político — y el resultado de más de una década de organización política progresista.
“Es increíble pensar que, en una campaña de solo tres meses, puedes drásticamente cambiar la trayectoria de la ciudad — o un país,” dice Emma Tai, directora ejecutiva de Familias Trabajadoras Unidas y consejera del equipo transicional de alcalde de Johnson. “Son pruebas de apoyo. Te pueden decir si tu argumento político tiene resonancia con la gente. Porque son, a fin de cuentas, una prueba de la voluntad política mayoritaria.”
Viendo por la ventana del tren, le pregunto a Johnson qué opina sobre la teoría que mantienen algunos progresistas, sobre que demasiado del activismo y política se enfoca explícitamente en cuestiones de raza, y no suficiente en elevar la conciencia de clase.
Es una critica que Johnson rechaza, mientras pasamos por algunos de los barrios negros más marginados. Es imposible, me dice, separar esta desigualdad del racismo sistemático.
“Por cada dólar que tiene una familia blanca, una familia negra tiene un centavo, creo que son ocho centavos para las familias morenas,” dice Johnson. “Tienes que crear un clima económico que provea oportunidad para la estabilidad y riqueza generacional…treinta y cinco por ciento de residentes del lado norte de Chicago ganan $100,000 por año, y más de la mitad de residentes del lado oeste y sureño ganan menos de $25,000 por año.”
Una razón por la que Johnson empatiza con las familias empobrecidas negras y morenas, es que él fue criado en una, experimentando el dolor que conlleva la inseguridad económica.
La situación ya estaba difícil cuando, un sábado en 1991, la madre de Johnson, Wilma Jean, sufrió un colapso en su habitación, mientras que ella y su esposo se preparaban para realizar un servicio matrimonial. Tenía una condición del corazón y eventualmente recibió un trasplante, pero aun así el pronóstico era desalentador. Al poco tiempo, dice la familia, Andrew fue falsamente acusado de quedarse dormido durante un turno de noche en el Centro de la Salud Mental Elgin por lo cual perdió su trabajo y el seguro médico que venía consigo. Mientras empeoraba su condición, Wilma Jean racionó su medicamento y tratamiento médico.
Aproximadamente una semana antes de su muerte, Wilma Jean habló con su hijo Brandon, de 19 años. Hizo que su hijo prometiera que no dejaría que su ausencia lo detuviera para convertirse en la persona que estaba destinada a ser. “Tus hermanos estarán bien,” le dijo. “Tienes que cuidarte, asegurarte que estés bien y que seas fuerte — porque algún día ayudarás a mucha gente.”
Al inicio, Johnson desobedeció, y tuvo una junta familiar para ver cómo podría sobrevivir la iglesia. Estaba estudiando en la Universidad de Aurora (unos 45 minutos al sur por auto), y regresaba a Elgin cada semana, para apoyar a su padre, a sus hermanos, y la comunidad de la iglesia que lo vio nacer.
Sin embargo, después de un tiempo, Johnson “hizo caso a las palabras de su madre.” Se retiró del liderazgo de la iglesia y comenzó a trabajar con la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA, por sus siglas en inglés,) y con los programas deportivos para estudiantes que vivían en Cabrini-Green, un proyecto de vivienda, sinónimo según muchos, con el desconsuelo.
“El espíritu de Cabrini-Green es, pues, que tienes que estar ahí para entenderlo,” dice Johnson. “La energía, y la vida, y el amor por la comunidad. Pero aún así…tienes la sensación de rechazo de la comunidad entera. Y yo creo que la sensación de rechazo es una de las cosas más mortíferas que podemos enfrentar.” Johnson se sintió llamado a esta comunidad y sus jóvenes, así que obtuvo su maestría en educación y regresó como maestro de escuela secundaria en Cabrini-Green, en la Academia de las Artes Jenner.
“Algunos maestros llegan y tratan de afirmar su supremacía,” recuerda Huell Collier, ahora de 28 años, quien estaba en la primera clase de sexto grado de Johnson. “Él llegó y…aprendimos unos de los otros. No era como, ‘yo siempre tengo la razón, y tú no.’ [Era como], ‘quiero entenderlos.’ [Llegó] más como oyente, y al mismo tiempo, nos enseñó.”
Era una clase que había sido considerada, en el mejor de casos, difícil. “Ningún maestro duraba más de seis semanas,” explica Collier. Pero Johnson, quien llegó con rostro joven, y rastas largas y ordenadas, hizo claro que no se rendiría. Se dirigió a los estudiantes con títulos de cortesía: Señor Vincent, Srta. Haylee, Sr. Huell. “Nos enseñó a ser nosotros mismos,” dice Collier.
Johnson estaba frustrado con los obstáculos a que se enfrentaban muchos de sus estudiantes. Llegaban al salón de clases hambrientos y en el invierno no traían abrigos, ni guantes. “Sentía que él siempre pensaba, ‘Tengo que hacer más,’” recuerda su hermana, Johnson-Williams.
Después de tres años en la escuela Jenner — donde la matriculación disminuyó drásticamente después de la demolición de Cabrini-Green — Johnson tomó un puesto en la preparatoria George Westinghouse en el lado oeste. Pensó que trabajaría ahí durante años. Sin embargo, después de un año, recibió una llamada de Terrell Burgess, un amigo que dirigía el departamento de matemáticas de la escuela, y había sido reclutado a una academia de organización política lanzada por la nuevamente elegida presidenta de CTU, Karen Lewis.
“De inmediato dije que no era para mi, pero que sabía de alguien a quien le encantaría,” recuerda Burgess, ahora el director de Westinghouse. “[Lewis] lo conoció y lo adoró.”
Johnson se unió al personal de CTU en un momento de transformación política y de acción histórica. Bajo el liderazgo de Lewis, el sindicato extendió su enfoque en incluir los obstáculos de los estudiantes. Sin acceso a viviendas estables, oportunidades económicas e investidura en las áreas marginadas del sur y oeste de Chicago, el sindicato argumentó que era imposible que los maestros educaran y los estudiantes aprendieran.
Era “un movimiento que trataba de enfrentarse con gigantes,” dice Johnson. “Hay gigantes políticos que impiden que las personas tengan acceso a vivienda y educación, y a todos los recursos públicos, para serte franco. Hay gigantes políticos que quieren proteger a los ultra-ricos. Y luego, por supuesto, hay gigantes políticos que intentan intimidar a los trabajadores, gente que está luchando para sobresalir. Este movimiento está centrado en la gente trabajadora y en nuestro deseo indomable para que la justicia prevalezca. Aún tenemos mucho por que luchar. Y aun así, es claro que los gigantes sí caen.”
En 2012, Lewis lideró a los maestros de Chicago en su primera huelga en décadas. Se convertiría en una de las acciones laborales más históricas del siglo XXI; no solo una lucha sobre la paga de maestros, sino una rebelión contra el movimiento de la privatización educacional. Johnson fue un organizador esencial.
Pero la victoria del sindicato fue de corta duración: el año siguiente, el alcalde Rahm Emanuel cerró 50 escuelas, casi todas en las comunidades negras más pobres y marginadas de Chicago. El CTU y los activistas progresistas de la ciudad estaban resueltos a luchar. “No puedes cerrar 50 escuelas,” declaró Lewis a sus diputados, “y no rendir cuentas.”
Ver como hacerlo fue la tarea de Stacy Davis Gates, una amiga cercana de Johnson encargada de liderar la estrategia política de CTU. Se enfocó — de algún modo controversialmente, en ese tiempo — en reclutar candidatos para puestos electos. “Nuestro movimiento estaba incompleto sin participar en la política electoral,” dice Davis Gates. “Esto fue después de 2012, [cuando] llevamos a cabo una huelga enorme y espectacular, la cual no había visto la ciudad en 25 años. Fue una muestra jubilosa de resistencia que encendió el movimiento revolucionario en la ciudad que hizo que la victoria de Brandon fuera inevitable en 2023 — pero lo que no hizo el movimiento fue tener una dirección explícitamente electoral o legislativa.”
El sindicato comenzó a apoyar candidatos por contiendas electorales municipales y estatales, y luchó por la restauración de los derechos de negociación colectiva y la creación de un comité escolar electo. Hasta las contiendas que perdieron, dice Davis Gates, quien ahora es presidente del CTU, ayudaron a crear un fondo de conocimientos y visión política: “Cada inversión que hizo nuestro departamento político en CTU…sembró varias semillas que han dado fruto a largo plazo.”
En 2014, el CTU ayudó a lanzar a Familias Trabajadoras Unidas (asociados con el Partido de Familias Trabajadoras), una coalición política que sirve como partido político y organización para construir una base de apoyo. Después de que Lewis fue forzada a abandonar un desafío político contra Emanuel en 2015 (fue diagnosticada con cáncer cerebral, que le costó la vida en 2021), el sindicato apoyó la candidatura fallida de Garcia, y después intensificó sus esfuerzos para reclutar candidatos para puestos locales, quienes a largo plazo podrían competir en la ciudad.
“Emanuel hizo un trabajo excepcional al enseñarnos que, bajo su liderazgo, estaba resuelto a crear una ciudad que no era para la gente de esta ciudad,” dice Delia Ramirez, organizadora de varios años quien, en 2022, fue electa al congreso (D-ILL.) con el apoyo de la UWF. “Luego tienes a la alcaldesa [Lightfoot], quien fue electa, era totalmente desconocida, y dijo que era progresista.”
Un poco después, Johnson se presentó como candidato, primero para la Junta de Comisionados del Condado de Cook. Cuatro años después, anunció su candidatura para la alcaldía de Chicago.
“Muchos en la izquierda parecen ser alérgicos al liderazgo y al poder,” dice Alex Han, un organizador laboral quien ayudó a fundar a Familias Trabajadoras Unidas y ahora es director ejecutivo de In These Times. “Lo magnífico de Brandon es que no le teme a eso.”
Mientras el alcalde-electo sostiene la sudadera azul que le acababan de entregar, un estudiante con afro le hace bromas:
“Te queda un poco chico, ¿no?” le dice entre risas.
“Dicen que te ves fuerte, pero nomas porque llevas la camisa muy chica,” dice un asistente de Johnson, y todos sueltan la carcajada.
Durante los dos días que pasé con Johnson a fines de abril, el alcalde-electo mantuvo un horario estricto. Entró a un café en el lado sur para juntarse con el dueño, y se lanzó al otro lado de la ciudad a leer un libro ilustrado a niños pequeños, quienes notaron con emoción que lo habían visto en la televisión. De todas sus paradas, Johnson se veía más cómodo en un taburete frente a la sala 222 en la prepa Hyde Park Academy, donde los estudiantes le habían preparado preguntas: ¿Como planeaba cumplir con su promesa de campaña para mejorar la educación y oportunidades para trabajos de verano? ¿Qué iba a hacer sobre el incremento de la violencia?
Cuando sea inaugurado, Johnson será tal vez el político más progresista en tiempos modernos para liderar una ciudad grande en los Estados Unidos. Trabajará con una mayoría demócrata en la cámara de representantes estatal y un caucus progresista emergente en el ayuntamiento de Chicago. “Aquí mero en la ciudad de Chicago, Martin Luther King Jr. luchó por la justicia, soñando que algún día el movimiento por los derechos civiles y el movimiento laboral se unieran,” declaró Johnson en su discurso de victoria de 4 de abril, exactamente 55 años después del asesinato de King. “Bueno, Reverendo Martin Luther King Jr., el movimiento por los derechos civiles y el movimiento laboral por fin se han unido.”
Pero la oposición es feroz, hay mucho en juego, y la tarea inmediata es desalentadora. Solo una semana después de nuestra visita al salón de clases, cientos de estudiantes causaron caos en el centro, algunos trepando a los coches estacionados, o atacando a los conductores. Johnson emitió una declaración condenando la violencia pero también criticando a los que denigraron a los jóvenes.
“No es sólo mi trabajo — es el trabajo de toda la ciudad — que estén protegidos,” respondió Johnson a los estudiantes de Hyde Park. “Como padre, haré lo que sea para proteger a mis hijos. Como tu alcalde, haré todo lo que esté en mi poder para asegurarme de que ustedes estén protegidos. A veces, eso significará protegerlos de sí mismos…es entendible, yo de joven también hice cosas miopes…”
No hay nada más urgente — o con más capacidad de perjudicar el programa político de Johnson — que la violencia. Tras años, la tasa de delitos de Chicago ha provocado críticas de políticos republicanos. A pesar de sus esfuerzos, el equipo de transición de Johnson sabe que una ola de crimen, o hasta un solo fin de semana particularmente violento, podría perjudicar su progreso.
“Acabas de describir por que se me cae el pelo,” me dice Jason Lee, director de campaña de Johnson y un oficial del equipo de la transición esencial, afuera del Consejo Regional de Carpinteros. “Vamos a seguir enfocados en nuestra misión. Cada crimen que podemos prevenir es una vida que podemos salvar, o salvar de ser traumatizada…no sólo son números en un página. No sólo son titulares. Se trata de vidas humanas.”
Minutos antes, Johnson se había acercado al podio, rodeado por aprendices de carpintería. Tal vez el reto más grande será forjar relaciones, así que esta tarde, Johnson estaba visitando un sindicato cuya asociación local no lo había respaldado. Ahora, estaba respondiendo a preguntas de la prensa que ilustraban los otros retos que quedaban por resolver.
Hubo una pregunta sobre un nombramiento reciente de su equipo de transición. Otro preguntó sobre su selección para comisario de policía. Al preguntarle sobre una conversación reciente con el expresidente Barack Obama, Johnson contestó que pasaron mucho del tiempo hablando sobre sus familias. Otro reportero quiso saber qué pensaba hacer en cuanto a la violencia.
Las preguntas pudieron haber seguido toda la tarde. A fin de cuentas, si resolver los problemas de Chicago fuera tan fácil, alguien ya lo hubiera hecho. Durante la campaña, Johnson expuso sus sueños para la ciudad. Ahora, al liderar una ciudad con un déficit tan intimidante, tendrá que ver cómo podrá realizarlos.
“Si logra sus planes, será el alcalde más progresista en la historia,” dice Dick Simpson, ex-concejal, y profesor emérito de la Universidad de Illinois Chicago. “El obstáculo más grande será la cuestión de cómo pagará por todo…no lo podrá hacer solo.”
A pesar del bloque progresista del consejo municipal, no tiene la mayoría que necesitará para realizar las partes más ambiciosas de su agenda, y muchos de sus oponentes tienen tanta razón para socavarlo, como para asistirlo. La investidura en el lado oeste y sureño, requerirá asistencia de la comunidad empresarial que tal vez no confíe en Johnson, y teme a la percepción de violencia creciente. Aunque Johnson se reunió con algunos funcionarios policiales, aún no se había reunido con el sindicato policial cuando hablamos. También tendrá que negociar un contrato para los maestros con el sindicato responsable, de varias formas, por su carrera política.
“Es mucho más listo de lo que se le reconoce,” dice Ameshia Cross, una estratega demócrata quien ha conocido a Johnson durante varios años. “Este es un hombre criando a su familia en una de las comunidades más marginadas de la ciudad.” Pero, agregó, “hay muchos en el poder que preferirían ver a Chicago en llamas, que ver al alcalde Johnson ser exitoso.”
También existe el riesgo de que, ya en el puesto, el movimiento activista que le dio el poder, se desilusione con la lentitud de la burocracia frente a la oposición — así sucedió con Harold Washington y Obama, pioneros quienes decepcionaron a muchos de la izquierda, por lo que no se terminó logrando. “A través de tantas perdidas, nos hemos organizados en la fuerza que somos hoy,” dice la concejala Rossana Rodríguez Sanchez, parte del bloque progresista del concejo municipal, y activista de varios años. Después de reunirse con Johnson una tarde reciente en el Café Tola, un restaurante de empanadas en su distrito, dijo que este es un momento de reconstrucción, en que oficiales apoyados por movimientos sociales tendrán que restaurar los servicios del gobierno que han sido sub-financiados bajo el establecimiento político. “Tenemos que operar con un nivel de urgencia. Es un poco abrumador.”
Johnson dice que alienta la presión del movimiento social que ayudó a crear, y espera que la organización política no pare durante su administración. “El movimiento tiene que seguir organizándose,” insiste Johnson, cuando le pregunto cómo piensa evitar decepcionar a los progresistas. La clave, dice, es seguir la labor de introducir a gente nueva al movimiento, a no ser complaciente al haber llevado uno de los suyos al poder. “Nunca debemos ponernos cómodos con lo que hemos logrado,” dice. “El movimiento tiene que seguir creciendo; tiene que seguir organizándose. No veo ninguna razón por la que debería de parar sólo porque fui elegido.”
El ex-alcalde de Nueva York Bill de Blasio, quien fue activista progresista antes de ser electo en 2013 (y quien, para a muchos de la izquierda dejó la oficina como una gran decepción) dice, “hay una contradicción inherente entre ser un crítico social, un activista, un agente del cambio, y luego tener que liderar un gobierno que está construido sobre la fundación del orden establecido. Y seamos honestos, eso es lo normal en América. La gran mayoría de entidades gubernamentales, y cultura gubernamental, apoyan al orden establecido, y raramente se mueven de forma radical hacia la igualdad.”
“En el momento que entras al poder, tu propia gente se siente incómoda,” dice de Blasio. “Tus propios partidarios. Tus amigos. Estamos acostumbrados a protestar contra cualquiera que esté en el poder. Estamos acostumbrados a desafiarnos contra cualquiera que esté en poder. Cuando es uno de nosotros, no sabemos qué hacer.”
Al final de mi última entrevista con Johnson, le pregunto cómo, cuando termine su término electoral, debemos de evaluar su administración. Piensa por un momento, e invoca a los mismos vecindarios del lado oeste que pasamos en el metro de la línea verde.
“Sería justo juzgar mi administración sobre qué inversiones hicimos,” me dice el alcalde-electo unas semanas antes de su inauguración del 15 de mayo. “Sería justo juzgar mi administración sobre cómo esas inversiones impactaron los vecindarios más afectados por la marginación. Cuando mi mandato termine, ¿cómo administramos nuestros recursos? Estoy seguro…”
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Wesley Lowery is a Pulitzer Prize-winning journalist.