Los Trabajadores en Vail no Pueden Darse el Lujo de Vivir Ahí

En la segunda parte de nuestra serie, visitamos las ciudades de esquí de Colorado a borde de la gentrificación rural.

Joseph Bullington

Esta es la segunda parte de una serie de dos partes. Lea la primera parte aquí.

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Bienvenidos a Colorido Colorradio”, dice el letrero junto a la carretera desde las planicies alcalinas de Nuevo Mexico hacia las montañas de San Juan. Pero el paisaje no tiene color cuando Ana y su familia cruzan la frontera estatal en la oscuridad previa al amanecer. 

Cuando la familia llega a Durango a las 6:30 a.m., el esposo de Ana va a su trabajo de construcción instalando conductos de calefacción y aire acondicionado. Ana se espera en la casa de su hermana hasta que llega el autobús para llevar a su hijo a la escuela. Luego, Ana también se pone a trabajar, limpiando casas. 

Toda esta tediosa rutina es nueva. Originaria de Chihuahua, Mexico, la familia vivió siete años en Durango, donde encontraron trabajo y una comunidad inmigrante solidaria. Pero un influjo reciente de compradores de segundas casas, jubilados adinerados y trabajadores remotos bien pagados aumentó rápidamente los costos de vivienda aquí, lo que empujó a Ana y su familia no solo a salir de la ciudad sino también fuera del estado — a un parque de casas rodantes a una hora al sur de Durango en Farmington, NM, donde las rentas son más baratas. (No estoy usando el nombre real de Ana porque teme lo que podría pasar si el distrito escolar de Durango descubre que ya no viven en el área.)

No son los únicos que hacen este viaje diario. Con su mudanza a Farmington, la familia de Ana se unió a una creciente clase baja en Durango y en todo el oeste: trabajadores que construyen y limpian los alquileres de vacaciones y casas de lujo, que trabajan en las cocinas de los restaurantes y las tiendas de equipo, pero que no tienen los ingresos suficientes para vivir cerca de sus trabajos. En las mañanas y por las tardes, las carreteras de estos pueblos rugen con el tráfico cuando Durango atrae a los trabajadores de los matorrales de Nuevo México y los empuja de regreso al fin del día a parques de casas rodantes distantes. El tráfico ha aumentado tanto en este tramo de autopista — casi un 25 por ciento en la última década, según el Departamento de Transporte de Colorado — que el estado está duplicando el tamaño de la carretera de dos carriles a cuatro. 

¿A donde llega este camino? En los últimos años he estado rastreando los efectos de la gentrificación en el oeste y he visto pequeños pueblos — como Livingston, Montana, donde antes vivía — se han vuelto totalmente inasequibles. A lo largo de mi reportaje, me he preguntado sobre la culminación de este proceso: ¿Que ocurre en estos pueblos cuando expulsan a los trabajadores?

En el oeste, la gente comúnmente se refiere a que una ciudad está detrás” de otra, como Crested Butte está 20 años detrás de Telluride.” Es una forma fatalista y acientífica, pero deprimentemente precisa para describir a estos lugares en la trayectoria histórica de los pueblos montañosos del oeste. Esta trayectoria tiende a ser de esta manera: los pueblos son fundados y saqueados por la industria minera, abandonados para convertirse en pueblos casi fantasmas, y luego (inevitablemente, parece), descubiertos nuevamente para una nueva ronda de saqueo y aburguesamiento por las industrias del turismo y la propiedad inmobiliaria. 

Así que, para ver a dónde se dirigen Durango y muchos otros lugares — para ver cómo termina un pueblo del oeste después del aburguesamiento — uno no se tiene que esperar una década. Solo tiene que manejar 300 millas al norte hacia las famosas ciudades turísticas de Colorado: Vail, Breckenridge, Keystone, Aspen.

Mientras conducía al norte, pensé en José Alberto Diaz-Cruz, quien había vivido en Durango por 12 años hasta que el aumento de la renta y otros costos de vida lo desplazaron a él y sus tres hijas a un parque de casas rodantes en Aztec, NM. Si este proceso continúa, espéculo Diaz-Cruz, pueblos como Durango se quedarán sin obreros para su turismo. 

Es una esperanza común en estos pueblos aburguesados — una historia de redención en que los ricos especuladores, cegados por su avaricia, siembran las semillas de su propia destrucción. 

Es una buena historia. Pero como pronto aprendí en Vail, simplemente no es la verdad. 

Katia, Germán y otros viajeros desafían la carretera nevada desde Leadville a los trabajos en centros turísticos distantes, adelantando a los autos en las zanjas. LUNA ANNA ARCHEY

Si puedes gastar $1,000 por noche o más — tal vez mucho más durante la temporada alta — tal vez observarás que una ciudad turística como Vail o Breckenridge se siente increíblemente autónoma. Puedes hospedarte en un hotel para esquiar — como el Arrabelle en Vail o One Ski Hill Place in Breckenridge — justo en la base de la montaña. Por la mañana, después del servicio a la habitación, recoges tus esquís del valet, y te vas hacia el telesilla para subir a la cima de la montaña. Si hay mucha nieve, puedes almorzar en una mini cafetería y comer en la góndola climatizada en tu camino de regreso. O tal vez si prefieres, tal vez esquías hacia uno de los restaurantes de lujo junto a la ladera para disfrutar de las vistas en lo que almuerzas. Al fin del dia, despues de entregarle los esquís al valet, quien las enceradora y afilara por la noche, tal vez quieras disfrutar unos cócteles y ostras apres ski” (esta frase, en francés para después de esquiar”, está en todas partes de los centros turísticos de Colorado.)

Si estás de visita con familia o amigos y necesitas más espacio, puedes rentar una casa completa en Airbnb en una subdivisión de Breckenridge por aproximadamente el mismo precio. No hay valet de esquí, pero los montes están a solo 15 minutos por automóvil. En cualquier caso, una gran parte de lo que estás pagando es la proximidad a la montaña. 

Si no puedes pagar esos precios — si trabajas en el Arrabelle o limpias el Airbnb — sabes bien que estas ciudades turísticas son cualquier cosa menos autónomas. 

“Ellos pagan lo que quieren,” dice Katia. “Saben que no puedes dejar el trabajo, porque lo necesitas.”

Katia y su esposo Germán, como casi todos los que conocen que trabajan en construcción o la limpieza en la zona de esquí, son indocumentados. Desde que llegaron a Colorado desde Puebla, Mexico hace mas de 20 años, no han podido ir a esquiar ni una sola vez, pero si se han familiarizado íntimamente con una infraestructura de la ciudad turística preparada a tomar ventaja de personas como ellos. 

Para llegar a uno de estos Airbnb’s en Breckenridge justo después de la hora de la salida para los huéspedes — esencial si la casa de cuatro habitaciones estará lista para los próximos huéspedes que llegarán esa tarde — Katia y Germán llenan su camioneta con artículos de limpieza y bolsas de sábanas limpias y salen de su casa en Leadville, Colorado a más tardar a las 9 a.m. En el verano, Germán tiene un negocio de pintura de casas, pero en el invierno cuando el trabajo de construcción disminuye, se une a Katia para limpiar casas. En este dia, la nieve ha dejado a la carretera resbaladiza, y pasan dos carros en la zanja mientras conducen por un la montaña en una línea larga de tráfico hacia Silverthorne, Keystone y Breckenridge.

Al igual que Katia y Germán, muchos — probablemente la mayoría — de los miles de trabajadores que administran estos centros turísticos no pueden permitirse vivir cerca. En su lugar, viajan diariamente desde los parques de casas rodantes y los apartamentos congestionados que se extienden por los valles circundantes, a menudo a una hora o más de distancia, fuera de la vista de las casas de vacaciones. En los condados Summit y Eagle, donde se encuentran algunas de las estaciones de esquí más grandes de Colorado, la ola de aburguesamiento que se está produciendo en lugares como Durango y Bozeman, Montana, ha sido institucionalizado en un modelo comercial. Vail, por ejemplo, alberga a menos del 30 por ciento de sus trabajadores. El condado vecino de Pitkin, donde se encuentra Aspen, es igual: el condado tiene casi el doble de puestos de trabajo que los trabajadores residentes, lo que significa que aproximadamente la mitad de su fuerza laboral viaja desde el valle, fuera de los límites del condado. 

El aburguesamiento, al estilo de los campos de esquí: condados de 1,000 millas cuadradas donde los trabajadores no pueden permitirse vivir. Si sigues a los trabajadores por las carreteras detrás del velo de las montañas, es probable que termines en un parque de casas rodantes distante lleno de inmigrantes lations. 

Katia lo explica de forma más sucinta: En el centro está la gente rica. Alrededor del pueblo están las comunidades para los mexicanos.” 

Katia y Germán se detienen en la entrada de una casa indistinguible de las otras cien en esta subdivisión de Breckenridge. Está construida en el omnipresente estilo de mansión de troncos de lujo New Western, con vigas de madera teñidas que se arquean en un punto sobre ventanas que enmarcan picos nevados y una bañera de hidromasaje en la terraza trasera. Pero no tienen tiempo para apreciar el paisaje. Katia sube y baja las escaleras corriendo, descargando suministros. Está sin aliento cuando pausa a preguntarle algo a Germán. Después de tender las camas abajo, se pone guantes de látex azules para protegerse las manos de los productos químicos de limpieza tóxicos y se dirige hacia la cocina y al comedor, donde frega las máquinas Keurig y las encimeras de granito, y le quita el polvo a una asta de alce con costra dorada que decora una cómoda. Mientras, Germán limpia el dormitorio principal frente a fotos de vida silvestre en tonos sepia antes de pasar a la sala con su enorme chimenea de piedra. 

Por este trabajo de aproximadamente seis horas, se les pagará un total de $250, alrededor de $20 por hora. Katia trabaja por su cuenta en estos días, lo que significa que puede establecer sus propios precios y horarios y compartir el trabajo con amigos que lo necesitan. También significa que los trabajos pueden ser inconsistentes. Pero es mejor que la alternativa. 

Antes de que Katia comenzará su negocio, trabajaba para una empresa de limpieza que la contrató a ella y a otras personas indocumentadas para limpiar alquileres de vacaciones a $12.50 por hora, o $40 por apartamento de dos habitaciones, salarios que no alcanzan en un lugar como el condado de Summit. Al contratar limpiadores como contratistas”, la empresa evitó pagar cosas como tiempo de vacaciones o enfermedad, o indemnización por accidente laboral — una estrategia que permite a las empresas reducir las nóminas en un 30% o más. Cuando Katia y sus compañeros de trabajo pidieron un aumento de salario, dice, el gerente les dijo que si no les gustaba, podían irse. La implicación era que, como son indocumentados, nadie les pagaba mejor. 

Ellos pagan lo que quieren,” dice Katia. Saben que no puedes dejar el trabajo porque lo necesitas.” Como un indicio del arraigo que tienen estas empresas, mientras Katia me explicaba una noche lo mal que una empresa de limpieza local trata a sus trabajadores, su vecino Jose mencionó que estaba solicitando trabajo con ellos.

Las empresas grandes y pequeñas explotan la mano de obra indocumentada aquí, dice Katia, desde las empresas constructoras que construyen casas para los ricos hasta las empresas que limpian para ellos y los restaurantes que les dan de comer. Y algunos encuentran formas creativas de evadir los problemas legales. Según múltiples fuentes, algunas empresas contratan a trabajadores indocumentados por salarios bajos y sin beneficios, y luego los subcontratan a grandes empresas como Vail Resorts, la corporación de aproximadamente $9.5 mil millones que administra no solo Vail sino también Breckenridge, Keystone y Beaver Creek en Colorado, además Park City en Utah, Whistler en Canadá, tres resorts alrededor del lago Tahoe y 31 más en todo el mundo. Por tres años, Katia dice que trabajó en limpieza en One Ski Hill Place en Breckenridge, propiedad de Vail Resorts, pero nunca fue empleada de Vail Resorts — ya que oficialmente trabajaba para un servicio temporal que contrataba con el grupo hotelero. 

A las compañías no les importa”, explica Katia.

En respuesta a una solicitud de comentario, la portavoz de Vail Resorts, Lindy Hogan, dijo que no estaba familiarizada con una situación como esta. 

Christian Luna-Leal, miembro del Concejo Municipal de Leadville y presidente de la autoridad regional de vivienda, confirma que las empresas en la zona de esquí dependen en gran medida de trabajadores indocumentados que están mal pagados y carecen de beneficio para trabajos manuales difíciles. Sus padres, ahora ciudadanos estadounidenses, comenzaron como limpiadores cuando emigraron aquí desde México antes de que él naciera: creció en la comunidad latina que trabaja en los resorts. 

Le quitan muchos recursos a la comunidad,” dice Luna-Leal de la industria de esquí. Y si las personas se defienden, es muy aterrador, debido a la amenaza de deportación.” 

Katia y Germán tienen su propio negocio de limpieza de casas de vacaciones en Breckenridge, Colorado, y otras ciudades turísticas, a menudo a una hora o más de donde viven en Leadville. LUNA ANNA ARCHEY

Desde cualquier punto de vista, Leadville, donde viven Katia y Germán, es un lugar absurdo para un pueblo. En una meseta alta rodeada de picos más altos, a una altitud de 10,200 pies cuadrados, Leadville es la ciudad más alta de los Estados Unidos — y puedes sentirlo. Crecí no muy lejos en Montana, pero en Leadville sentí que no podía recuperar el aliento. Germán y su familia se mudaron aquí hace diez años desde el condado de Summit y todavía lucha contra el mal de altura. 

Leadville está aquí por una sola razón: las enormes cantidades de plata y oro enterrados debajo no se extraen solos, y los mineros del siglo 19 necesitaban donde vivir y gastar su dinero cuando no estaban bajo tierra. En el apogeo del auge de la plata de Colorado a fines de la década de 1870, miles de personas vivian aquí, pero la población se esparció cuando bajaron los precios de la plata en 1893

En estos días, las antiguas casas, chozas y parques de casa rodantes de la clase baja en Leadville tienen el mismo propósito: un lugar para almacenar a los trabajadores que trabajan en los centros turísticos donde se extrae la riqueza del Nuevo Oeste. En Leadville, el 70% de los trabajadores viajan diariamente a trabajos fuera del condado, principalmente en los centros turísticos. Una diferencia importante: la vivienda de Leadville no está particularmente cerca de estas minas”. La vivienda, la propiedad inmobiliaria, y la proximidad es la plata” de la economía turística, y los pueblos turísticos no gastan esos recursos en los trabajadores. Como resultado, los trabajadores aquí realizan viajes diarios de varias horas por algunas de las carreteras más altas, empinadas y con más nieve del país. 

Yo hice lo mismo durante años,” dice Jackie Whelihan, que vive en Leadville y antes trabajaba en Vail Health. No extraña el viaje diario, pero su nuevo trabajo como directora de vivienda del condado de Lake, que comenzó el año pasado, no es más fácil. Yo no tenía el cabello blanco cuando empecé,” dice entre risas. Solo digo. Estoy envejeciendo como un presidente.” 

Básicamente, el problema es este: el condado de Lake no tiene más remedio que encontrar albergues para los trabajadores de complejos turísticos del área, pero como dice Whelihan, No somos como nuestros vecinos en los condados de Aspen, Summit, y Eagle — no tengo un montón de dinero con que solucionar al problema.” 

Encima de los problemas de vivienda, los condados turísticos también subcontratan otras cosas al condado de Lake. Los hijos de sus trabajadores van a la escuela aquí, y el 16 por ciento de esos niños viven en la pobreza, una tasa más del doble que en cualquiera de los condados turísticos vecinos. Ni los condados turísticos ni las empresas ofrecen una red de seguridad para sus trabajadores, y cuando llegó el Covid, muchos se quedaron inmediatamente sin trabajo, dice Stephanie Cole, directora ejecutiva de la organización local sin fines de lucro Full Circle Lake County. Dada la situación, Full Circle comenzó un programa de asistencia económica para trabajadores indocumentados que no eran elegibles para recibir cheques de asistencia federales. 

El 60% de nuestras solicitudes de asistencia financiera son de sus empleados,” recuerda Call haber dicho a los líderes locales en el condado de Eagle, dónde se encuentra Vail. Intentamos constantemente que reconozcan el impacto que tiene su modelo de empleo en comunidades como la nuestra.”

Ese modelo implica obtener enormes ganancias mientras se descargan los costos sociales en lugares como Leadville. El modelo también es el final lógico de la ola de desplazamiento que actualmente se extiende por las nuevas ciudades en el auge del Oeste cómo Bozeman y Durango. 

Pero hasta este sistema no es robusto.

Leadville antes era la vivienda naturalmente asequible” en el área, dice Whelihan, pero ahora eso está cambiando. Además de los problemas de vivienda a causa de Vail, el condado de Lake ha visto recientemente su propio aumento de trabajadores remotos, compradores de segundas viviendas, alquileres a corto plazo e inversores inmobiliarios. Los propietarios han aumentado los alquileres de lotes en los parques de casas rodantes. Whelihan tiene una lista de más de 170 personas que buscan un lugar para alquilar. Entre febrero y marzo de 2022, Whelihan observó como el precio medio de una vivienda en la ciudad saltó de $500,000 a $750,000.

Hay mucho en juego en Leadville porque hasta ahí llega la cosa — no hay ningún otro lugar en el área al que ser desplazado. Entonces, ¿si no te alcanza para ahí, a donde te vas?

Tu carro,” dice Whelihan. Tu troca.” 

O: Simplemente te vas.” 

Katia y Germán, trabajadores en un pueblo turístico, sirven tacos de carne asada y al pastor en su casa en Leadville para disfrutar el final de un largo día de trabajo. LUNA ANNA ARCHEY

Federico, de 24 años, toma el último autobús de Leadville a Vail, que sale todas las mañanas a las 6 a. m. y no regresa hasta después de las 5 p. m. Casi vacío cuando sale de la ciudad, se detiene en un parque de casas rodantes a unas pocas millas de la carretera donde se llena de mujeres inmigrantes, con edades que van desde la adolescencia hasta los 6070 años. Una mujer mayor lleva un tanque de oxígeno médico que le suministra aire a través de tubos de plástico transparente. Algún esquiador que se levanta temprano puede tal vez tomar un paseo, pero este es principalmente un autobús para llevar a los trabajadores sin automóvil a los trabajos de limpieza y restaurantes en los centros turísticos. Loreta y Nancy, por ejemplo, se dirigen a Vail para limpiar casas de vacaciones. María se trasladará en otro autobús a Beaver Creek, donde trabaja como empleada doméstica en una cabaña.

Para Federico, esta es la primera etapa de su viaje diario, que termina con horas, dos autobuses y un viaje en góndola más tarde, en un restaurante en Vail Mountain, donde trabaja como cocinero.

Ninguno de estos detalles se encontraban en el folleto, la descripción del trabajo en PDF de siete páginas que Federico, en su hogar en Paraguay, había estudiado en busca de pistas sobre cómo sería la vida 5,000 millas al norte. Deje atrás la vida cotidiana en Vail, Colorado, y pase el invierno rodeado de la grandeza de las Montañas Rocosas”, dice el folleto. En Vail Resorts, nuestra misión es simple: crear la Experiencia de una Vida™ para nuestros empleados, para que puedan, a su vez, brindar experiencias excepcionales a nuestros huéspedes”. Si el paquete contiene alguna nota de aprehensión, es un breve descargo de responsabilidad bajo el título Vivienda proporcionada”, que dice: Condicional. La vivienda se proporciona por orden de llegada”. Pero Federico planeó llegar temprano, seguramente entre los primeros, y había trabajado la temporada de esquí de 2020 en un centro turístico en Minnesota donde se proporcionó alojamiento para empleados, sin problemas. Supuso que todo estaría bien.

Federico comenzó el lento y costoso proceso de solicitar la visa J-1 requerida, una visa de trabajo y viaje creada en la década de 1960 para fomentar el entendimiento global a través de intercambios educativos y culturales”. Ya para septiembre de 2022, todo estaba listo. Luego, en noviembre, apenas unas semanas antes de su viaje programado, Vail Resorts finalmente lo contactó: Desafortunadamente, no podremos ofrecerle [alojamiento para empleados] y tendrá que encontrar su alojamiento fuera de la empresa…. Le pedimos que NO viaje a los EE. UU. si no tiene vivienda”.

Para Federico, esta no era una opción. Ya había gastado $2500 para participar en el programa, más $900 en un boleto de avión y $300 en la visa, una inversión que necesitaba para pagar los salarios estadounidenses. Así que subió al avión.

Federico es uno de los miles que viajan a los Estados Unidos cada año bajo el programa de visa J-1 para trabajar en las zonas de esquí de Colorado. Ese número va en aumento: en los códigos postales que contienen Vail, Breckenridge, Beaver Creek y Keystone, el número de visas J-1 para viajes de trabajo” emitidas ha aumentado un 33 % desde 2018, de 22953061. En número de visas, esta área lidera a Colorado, que emplea a más titulares de visas de trabajo y viajes que cualquier otro estado del país.

Para Federico, encontrar vivienda fuera de la empresa” ha resultado ser una pesadilla. Con prácticamente nada disponible en el mercado a largo plazo, Federico y un grupo de otros J-1, en su mayoría de Paraguay, han optado por alquilar Airbnbs a precios altos y moverse mucho, sin automóvil. En diciembre, se mudaron ocho veces. Ante la necesidad de mudarse nuevamente en unos días, están considerando otro alquiler de vacaciones que cuesta $ 8,000 al mes, algo que solo podrían pagar si metieran a nueve personas en la casa, compartieran habitaciones y desplegaran sacos de dormir en el piso. Federico estima que la mitad de los J-1 en Vail se encuentran en la misma situación: no están alojados en Vail Resorts y se encuentran en el mercado libre. Si no fuera por la generosidad de los otros J-1, dice Federico, probablemente ya habría pasado algunas noches durmiendo en el Centro de Transporte de Vail; ha oído hablar de personas que lo han hecho.

La portavoz de Vail Resorts, Lindsay Hogan, dijo que menos del 10% de la fuerza laboral de invierno de la compañía tiene visas J-1, pero no respondió a preguntas sobre cuántos trabajadores J-1 emplea la compañía, qué porcentaje vive en viviendas para empleados y cuántos están en situaciones como la de Federico.

No tener una vivienda asegurada durante toda la temporada es una violación del programa del estudiante y los requisitos de visa”, escribió Hogan. A pesar del requisito de Vail Resorts de que los trabajadores internacionales J-1 aseguren su propia vivienda durante toda la temporada antes de la llegada, algunos aún llegan sin ella, reconoció, y afirmó que la compañía trabaja para apoyarlos lo mejor que podemos”. 

Pero Federico no quiere que Vail Resorts sepa que no tiene alojamiento para toda la temporada porque teme perder su visa y ser enviado a casa, así que me pidió que no usara su nombre real.

Al igual que Katia y Germán, Federico y sus amigos han encontrado aquí mucha gente dispuesta a aprovecharse de su desesperación. En la víspera de Año Nuevo, el grupo respondió a un anuncio que ofrecía habitaciones por $600 al mes. La persona le pidió a Federico y sus amigos que enviaran $100 por adelantado para reservar cada lugar. Enviaron el dinero y la persona dejó de responder. Federico dice que sabía que probablemente era una estafa, pero no podía perder la oportunidad de alquilar una habitación.

En una fría mañana de enero, los residentes de un parque de casas rodantes en las afueras de Leadville abordan el autobús para ir a trabajar en la ciudad turística de Vail, principalmente para trabajos de limpieza y restaurantes. LUNA ANNA ARCHEY

En una entrevista de 2005, mientras estaba justo al norte de la línea que divide el desierto de Sonora en México y Arizona, el famoso periodista fronterizo Charles Bowden describió lo que estaba sucediendo en la oscuridad. Cada noche, miles de personas caminaban hacia el norte por el desierto, arriesgando sus vidas para llegar a Estados Unidos.

¿Cual es la solución?” preguntó el periodista de radio Scott Carrier.

¿Cuál es el problema?” Bowden respondió.

Lo que quiso decir fue esto: para las empresas estadounidenses, un sistema de inmigración que crea un flujo constante de mano de obra indocumentada y desesperada no está fallando, está funcionando bastante bien. Cuanto más difícil y peligroso hace Estados Unidos cruzar la frontera, más desesperada es la gente que lo intenta.

En los centros turísticos de Colorado, la llamada crisis de la vivienda, que ha estado ocurriendo durante décadas en algunos lugares, cumple la misma función. La falta de vivienda para las familias pobres en las ciudades turísticas genera viajes largos, peligrosos y no remunerados que tienden a filtrar a todos menos a los más desesperados. No por casualidad, estas suelen ser personas vulnerables a ser explotadas de otras formas.

Katia lo expresa así, refiriéndose a los largos viajes a los trabajos con salarios pésimos y sin beneficios: Una persona que tiene papeles no va a aceptar esto”.

Navegando por las carreteras montañosas cubiertas de nieve entre los centros turísticos y las aldeas distantes donde los trabajadores aún pueden permitirse vivir, es difícil no sentirse abrumado por lo absurdo de todo, las formas arbitrarias en que los caprichos del capital y las ganancias han dado forma a este paisaje.

Este sistema cobra su precio no solo en lugares como Leadville, sino también en las propias ciudades turísticas.

Además de sus llamativas exhibiciones de riqueza, estos pueblos se destacan principalmente por su silencio abrumador. Vail se siente menos como una ciudad que como el escenario de una película que no puede decidir si tiene lugar en el Viejo Oeste o en los Alpes bávaros. Tienes la sensación de que, con una patada sólida, podrías atravesarlo con el pie. Un día, atrapado en Vail mientras esperaba el autobús vespertino de regreso a Leadville, leí un libro que celebraba la historia del resort: los fundadores que, en la década de 1960, tuvieron la visión de mirar una montaña vacía y construir algo de la nada. Sin embargo, deambulando por su creación 60 años después, me sorprendió el éxito de su logro real: construir nada a partir de algún lugar.

En otra ocasión, afuera del Airbnb de Breckenridge mientras Katia y Germán limpiaban, me sorprendió lo silencioso que estaba: un vecindario sin vecinos, completamente vacío después de la hora de salida el lunes de un fin de semana largo, el silencio interrumpido solo por alguna frase en español de un equipo de construcción que construye una casa unas pocas cuadras más allá y el estruendo ocasional de los cañones de avalanchas que lanzan la nieve de la noche anterior desde los toboganes empinados en la pista de esquí.

Pero las cosas no están totalmente dictadas por las fuerzas económicas. Katia y Germán viven en Leadville no solo porque es más barato sino porque es más sereno, una comunidad más agradable en que criar a su hijo, Gael, estudiante de segundo año de secundaria. Con el dinero que ahorran en el alquiler, han ayudado a que su hijo mayor asista a la universidad en Denver. Su amigo José vive al lado no solo porque es relativamente económico sino porque, como dice Katia, es como de la familia: él y su esposa habían vivido en el tráiler con Katia y Germán hasta que pudieron conseguir un lugar propio. Un joven amigo de José cruzó la frontera y llegó aquí hace unas semanas porque José puede ayudarlo a encontrar trabajo y vivienda. Federico y los otros J-1 aprietan a los compañeros de trabajo sin hogar en Airbnbs ya abarrotados.

Una y otra vez, desde Livingston, Montana, hasta los centros turísticos de Colorado, son estas redes improvisadas y no oficiales de amistad, amor y ayuda mutua las que ayudan a las personas a sobrevivir en estos lugares hostiles, encontrar vivienda y sobrevivir a esta economía despiadada.

En esa subdivisión vacía, pensé en la casa rodante de Katia y Germán en Leadville donde, al final de un día de trabajo, Germán cocina carne asada y tacos al pastor y Katia prepara platos de cebolla, lima y cilantro fresco. José y su esposa traen ceviche, hecho al estilo de su ciudad natal costera de Chiapas. El joven amigo de José cuenta historias de su reciente cruce fronterizo y Gael mira el partido de fútbol mientras la estufa de leña genera calor contra el frío envolvente.

Breckenridge, Vail, Aspen: estos son los pueblos fantasmas del Nuevo Oeste, y esperaba con ansias escapar, de regreso a Leadville, donde, al menos por ahora, la gente todavía vive.

Esta historia fue apoyada por el Instituto Leonard C. Goodman para Reportajes de Investigación. Ramenda Cyrus contribuyó a la verificación de hechos.

Esta es la segunda parte de una serie de dos partes. Lea la primera parte aquí.

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Joseph Bullington grew up in the Smith River watershed near White Sulphur Springs, Montana. He is the editor of Rural America In These Times.

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